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"Zé Perri" en la Patagonia y en el Campeche da Santa Catarina
Pocos conocen esta historia, que abarca dos
espacios geográficos distintos en una misma época, unidos por los viajes de
aventurero que pasó a las páginas de la literatura gracias al éxito de su
"Principito"
El autor y viajero incansable, claro, es
Antoine de Saint-Exupéry, autor de "El Principito", que murió en el
mar, desaparecido a los 44 años, el 31 de julio 1944, durante la segunda guerra
mundial.
Saint-Exupéry fue escritor y aviador, y el
catarinense Rafael Manoel Inácio, amigo Exupéry, lo conoció durante sus cortas
temporadas de descanso, mezcladas con trabajo, en Florianópolis, entre 1926 y
1931, mientras el francés se desempeñaba como piloto de la línea aérea
Latècoère, conocida hoy como Air France.
El avión tenía muy poca autonomía de vuelo en
aquellos años, y las dunas de Campeche servían de poso a las líneas que
llevaban el correo aéreo entre Europa, la Patagonia argentina y Buenos
Aires.
Las paradas eran para revisar y reabastecer
los aviones y para que los pilotos pudieran descansar. A veces pasaban varios
días en la playa de Santa Catarina.
Así nació la amistad entre el pescador Manoel
Inácio, conocido como Deca y Saint-Exupéry, llamado "Zé Perri" por
los residentes de Campeche, que no conseguían pronunciar el nombre del francés.
Dicen que "Zé Perri" adoraba la tapioca de harina de yuca.
Saint Exupéry había llegado a Argentina el 12
de octubre de 1929, junto con Jean Mermoz y Guillaumet, que eran sus compañeros
en la aviación. Fue el fundador y el primer piloto de la Aeropostal Argentina,
la primera aerolínea en el país. Esta línea se dedicaba principalmente al
transporte de correo –lo que representaba un gran negocio em aquel tiempo,
aunque también llevaba, en ciertas ocasiones, algunos pasageiros. El primer
vuelo tuvo lugar el 20 de octubre de 1929, entre Buenos Aires y Comodoro
Rivadavia. Las escalas fueron en San Antonio Oeste -cuyo aerodromo nombre hoy
lleva el nombre de Saint Exupéry- y Trelew, donde segun cuentan los patagónicos,
el piloto adoptó una foca.
Buenos Aires y Punta Arenas, línea que acabó
con el aislamiento de los pueblos del sur. En su estadía en nuestro país pasó
largas veladas con Victoria Ocampo, quien después le editaría la novela Correo
del Sur en SUR.
En junio de 1930 se perdió en la cordillera su
compañero Guillaumet, durante una tormenta. Por días y días, Saint Exupéry
sobrevoló los Andes buscándolo o buscando alguna señal de él. Nadie quería
acompañarlo en una excursión por tierra, ya que la sabiduría de los baqueanos
dice que los Andes, en invierno, no devuelven a los hombres. Escribe, entonces,
en una carta imaginaria a su amigo, que luego formará parte de su libro Tierra
de Hombres:
“…Y cuando de nuevo me deslizaba entre los
muros de los pilares gigantes de los Andes, me parecía que ya no te buscaba,
sino que velaba tu cuerpo en silencio, dentro de una catedral de nieve…”
Casi por un milagro, después de cinco días de
vagar sin rumbo, el piloto fue encontrado sano y salvo. La historia de su travesía
heroica por los picos helados de la cordillera, escuchada tantas veces por Saint Exupéry, está
contada con lujo de detalles en el libro "Tierra de Hombres".
En enero de 1931, después de quince meses de
estadía en Argentina, el piloto escritor se volvió a Francia. Su propósito, en principio era
simplemente tomarse unas vacaciones, las que serían aprovechadas para casarse
con una joven, Consuelo Suncin, que le había sido presentada en Buenos Aires.
Estando en Europa, la compañía Aeropostal Argentina se declaró en quiebra y
Saint Exupéry ya no volvería al lejano país del sur.
En el año de 1943 el piloto escribiría su obra corta más
conocida: “El Principito”, en la que una de las ilustraciones muestra una boa
que se traga un elefante, que según los patagónicos, tendría un parecido
bastante particular con la silueta de la Isla de los Pájaros.
Muchas eran las paradas desde Fortaleza hasta
Florianópolis y Campeche era la última de Brasil antes de continuar hacia
Argentina y Chile. El viejo aeropuerto de Florianópolis se encontraba
justamente allí, en Campeche. Donde hoy existe un monolito que recuerda a los aviadores franceses
que cruzaban el atlántico para mantener comunicados a ambos continentes. Además, en muchos otros lugares de Brasil podemos ver
calles con el nombre Zeperri, como le decían los lugareños a Saint Exupéry.
Y en uno de esos viaje, en la Patagonia argentina o en los alrededores de Florianópolis, te encontraste al Príncipe de cabellos desarreglados
y de sobretodo largo, dueño de tres volcanes y de una rosa en un planetita,
siempre amenazado por el crecimiento endemoniadado de los bao-babs. En el
desierto solitario, en el mismo en que el Principito conoce al narrador, un aviador con
su máquina descompuesta. Y le habla de un Zorro, metáfora del amigo ideal, que
todos los lectores guardaremos para siempre.
Javier Villanueva, São Paulo, octubre de 2013.