domingo, 5 de mayo de 2013

La Trastienda y el Gardel anciano.



Carlos Gardel en La Trastienda




No va a faltar quien diga que estoy mintiendo o exagerando. Habrá también quienes me defiendan, pensando que un escritor tiene siempre licencia para mezclar hechos históricos con fantasías de su propia cabeza, siempre y cuando no se difame a los nombrados, claro.
Pero no, lo que voy a contar son hechos absolutamente verídicos, apoyados en circunstancias reales.

El caso es que el período de mi vida que terminó en el mes de julio de 1979 no fue tranquilo, como ya lo conté algunas veces. Opté por el exílio y de inmediato decidí que preferia ser un emigrante –o lo que en mi caso es lo mismo, un inmigrante en Brasil- a ser un desterrado, exiliado o como se le quiera llamar.
Para mi amigo Gustavo –el Gurú- los años que van “de 1979 a 1984 no fue un tiempo fácil para este país en el que resonaban las botas y las listas de censura”.
Y es que, mientras yo partía en busca de una patria tropical, a Gustavo se le ocurría desafiar de un modo diferente a la dictadura de Videla, abriendo una brecha insólita y arriesgadísima, por ser cultural y artística, por el que la democracia se ampliaría con el mismo efecto de una cuña de hierro entre las vetas de una madera dura.

"- Hacíamos autocensura – admite Gustavo, creador y gerente de La Trastienda. - Al Quinteto Tiempo, que era claramente partidario del PC, no lo llevé hasta que volvió la democracia, porque me hubieran clausurado. Era una cuestión de olfato; ciertas cosas eran más irritantes que otras y si te manejabas con cuidado podías hacer mucho, pero si te hacías el macho no durabas un segundo".

Paradójicamente, la Trastienda cerró su primer período de actividades en los comienzos de la democracia.
"- Se había agotado un ciclo. Los artistas que crecían iban a tocar a otros lados porque el local era muy chico. Y lo que venía era la movida del Parakultural- agrega el Gurú".
La primera Trastienda abrió en septiembre de 1979 – hacía tres meses que el Caballo y yo habíamos partido para Brasil-, en la esquina de Thames y Gorriti, pleno Palermo Viejo y hasta que cerró, en 1984, fue un lugar alternativo donde se podían oír y ver los géneros artísticos más variados.
"- La venezolana Cecilia Todd hizo el ciclo más exitoso de aquel período en el local de Palermo Viejo, con siete funciones llenas y no siguió porque tenía compromisos en su país-", me cuenta Gustavo Giannetti.


Pasaporte encontrado entre las ropas de Gardel en Medellín

El último documento que utilizara Carlos Gardel en vida, fue  emitido por la oficina consular de Niza, en Francia, el 13 de  diciembre de 1932. Y la Secretaría de Relaciones Exteriores  y Culto de Buenos Aires certificaría su renovación el 31 de octubre de 1933.
Además, el Consulado General de España en Buenos Aires sella el  "Visto Bueno para España” el día 2 de noviembre de 1933.
La visa del Consulado de Estados Unidos en Buenos Aires está fechada en aquel mismo día y la del Consulado francés en la capital argentina, también el 2 de noviembre de 1933, ratificando en el documento su nacimiento en Tacuarembó.

Un grupo de investigadores se tomó el trabajo de rastrear durante diez años el lugar de nacimiento del más famoso cantor de tangos rioplatense, Carlos Gardel; y la búsqueda terminó con el hallazgo de su acta de nacimiento en Francia.
El lugar de nacimiento de Gardel desató desde siempre una larga disputa entre Francia, Argentina y Uruguay, los tres países que se atribuyen y disputan su nacionalidad.
El desenlace de la disputa culminó con el libro “El padre de Gardel”, en el cual se demuestra que Charles Tomuald Gardés –que era el nombre de nacimiento del cantante-  fue anotado el 11 de diciembre de 1890 en el registro civil de Toulouse, Francia, según afirma el diario porteño La Nación.

Lo que pocos saben es que, en la última semana antes de mi viaje definitivo a Brasil, Gustavo y yo nos encontramos con Gardel, en la casa que luego sería La Trastienda.

Nadie nos creería si contásemos ahora, 34 años después, la historia de nuestro encuentro con el Morocho del Abasto. Porque la verdad es que, mientras tres países se dedicaban durante más de cien años a disputar la nacionalidad y el lugar de nacimiento de Gardel, nadie se preocupó por confirmar si el cantor había muerto realmente en el accidente de Medellín.

Mucha gente me aconsejó a olvidarme de la historia. Tal vez yo estuviera momentáneamente perturbado por el estrés anterior a mi viaje a Brasil. Pero aún a riesgo de arruinar definitivamente mi reputación, debo contar lo que me pasó aquella tarde de inicios de julio de 1979 en que fui a llevarle al Gurú la perforadora que necesitaba para la adaptación de la vieja casona de Gorriti a su nueva función, con el nombre de La Trastienda. 

El viejito, que me aseguró que tenía más de 90 años entonces, nos contó que había llegado a Argentina a los dos años de edad, junto con su madre, doña Berthe Gardes, que había emigrado al país después ser expulsada de su familia por ser madre soltera.

Y entre mate dulce y mate amargo, el viejito va y le cuenta al Gurú que su padre fue Paul Jean Lassere, quien también tuvo otros dos hijos, y que pasó unos tiempos preso por formar parte de una banda de ladrones porteños, con ramificaciones en Montevideo, que se especializaba en asaltar tiendas de bebidas y cajas fuertes.

- “Sabés, Gustavo?”- le aclaraba el viejito al Gurú – “El origen de la confusión sobre mi nacionalidad se explica muy fácil: yo era un ciudadano francés en Argentina, sin documentos; y no me inscribí en el Consulado Francés como tal, porque me habrían mandado de inmediato a hacer el servicio militar a Francia, y hubiera tenido que pelear en la Gran Guerra, la que después se llamó la Primera Guerra Mundial”-.

-“En 1920 me registré, ya con 30 años de edad, en Uruguay como si fuera un ciudadano uruguayo nacido en Tacuarembó tres años antes de mi verdadero nacimiento”- dice el anciano y le acepta el mate amargo a Gustavo.
“- Me inscribí usando el apellido Gardel, que era mi nombre artístico, y no como Gardes. Esto lo hice para conseguir documentos que me permitieran viajar a España y participar en una temporada de gira teatral. Más tarde me hice ciudadano argentino-“.

“- En realidad, Gustavo, todos piensan que mi nombre de nacimiento era Charles Tomuald Gardes, y que fui registrado el 11 de diciembre de 1890 en el registro civil de Toulouse, Francia-“ y esto que me lo contaría veinte años más tarde el Gurú, era la más pura verdad del viejito, según un reportaje del diario argentino La Nación.

El viejito, que todos pensaban que había muerto en un accidente fatal en Medellín, Colombia, había aprovechado la conmoción nacional en Argentina, producida por su supuesta muerte, para desaparecer en el anonimato. El anciano Gardel nunca lo sabría, pero después de otros 30 años de aquella lejana tarde de julio, una investigadora argentina, Marina Iñíguez, presentó a la prensa una documentación y varios estudios que fundamentaban la tesis de que Gardel nació en la localidad uruguaya de Tacuarembó. Las diversas pruebas de Marina indicaban que Gardel no era la misma persona que el llamado Charles Romuald Gardes, nacido en Toulouse.
“- Entendés, Gustavo? Charles Gardes era mi Hermano, nacido en Francia, no yo” – sigue contando el anciano.

“- Estos cuarenta años de anonimato después del accidente de Medellín,  me permitieron saber que, según distintas investigaciones periodísticas, todo indica que realmente nací en Tacuarembó, en la estancia Santa Blanca, una propiedad del que habría sido mi padre, el coronel Carlos Escayola, el jefe político y comisario del Departamento de Tacuarembó –“ agrega con una cierta indiferencia forzada el viejo Gardel.

Las muchas versiones sobre la negación de Escayola a reconocer al cantor como su hijo sorprendieron a todos los investigadores. Parece que el coronel tenía un amor oculto con la doña Juana Sghirla – una argentina casada con el cónsul italiano Juan Oliva. Escayola, para estar cerca de su amante, se casó con las tres hijas de Juana Sghirla y enviudó de todos sus matrimonios.

“- Según cuenta la investigación, el coronel y comisario, mientras estaba casado con su segunda esposa tuvo relaciones adúlteras con la cuñada, que era menor de edad y la tercera hija de Juana Sghirla, de nombre María Lelia. La vergüenza social o el miedo de macular el prestigio político de todos estos personajes –mis parientes- hizo que el hecho se escondiera con gran celo, ya sea por respeto o por temor a la figura terrorífica del coronel Escayola-“ dice el anciano Gardel. 

Gustavo volvió muchas veces a la vieja casona que en septiembre se convertiría en la exitosa Trastienda. Pero ni él ni yo –que en pocas semanas estaba tomando el colectivo Pluma con destino a Foz do Iguaçu- volvimos a ver al anciano Gardel.

Una carpeta con diversas fotocopias y documentos originales, sin embargo, quedó en el caserón de la calle Gorriti. Malena, amiga común de Gustavo y mía, se la llevó un día a su casa. Pero eso ya es otra historia.

Continuará.
Javier Villanueva, São Paulo, 4 de mayo de 2013.

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