sábado, 25 de agosto de 2012

Los cuentos del Coyote y el Conejo



Según diversos estudiosos de las tradiciones y del folclore de América Central, las viejas y tradicionales historias del “Tío Coyote y el Tío Conejo”, deben haber sido inventadas posiblemente por un mestizo que durante años observó atentamente la sociedad de su época, y sus contradicciones.


Son relatos que no tienen dueño ni autor. Anónimos, los cuentos vienen pasando de boca en boca, de generación en generación.



Graciosos, pintorescos y siempre con una anécdota explícita u oculta, estos cuentos de antaño servían para educar y enseñar de modo sutil a quienes los oían.


En los tiempos en que escribir y leer eran privilegio de unos pocos, los relatos a la luz del fogón hacían que al anochecer, escuchando la voz de los abuelos, los chiquillos aprendieran aquellos relatos y se imaginaran perseguidos por el tigre, o se rieran de las picardías del conejo.


Pocos creen que estos cuentos, tan populares en Nicaragua, Guatemala y Costa Rica, sean de origen indígena, a pesar de que sí repiten la fuerte presencia de los animales en la cultura precolombina, tanto en la azteca como en la maya.


Por eso es que se llega a la conclusión de que serían el producto de la observación astuta de pobladores mestizos, posteriores a la primera época en que la vieja sociedad maya no se había mezclado todavía con la cultura y las estructuras sociales de los conquistadores españoles.


Según esta visión, tal vez la más politizada, el coyote y el conejo son los símbolos de algunos personajes de la vida cotidiana y, de algún modo reflejan el comportamiento de los distintos grupos sociales.


Los cuentos de Tío Coyote y Tío Conejo tienen sus raíces, por lo tanto, en la época colonial, cuando Centroamérica así como el resto del continente, era dirigida por metrópolis europeas, en este caso, por el poder central de España.


Los elementos indígenas se reconocen en la herencia mágica del nahualismo, en su capacidad de transformarse, y de esconder la verdadera identidad en el “otro yo”, que de preferencia es casi siempre un animal.


El Conejo, en las versiones más infantiles, aparece como un personaje vivo y astuto. En realidad, o desde el punto de vista de una visión más sociológica, es un oportunista, un bandido engañador y mentiroso, de los que tiran la piedra y esconden la mano, y mandan a otros a hacer los “trabajos sucios” y luego aparecen sonrientes.


Según la opinión de muchos sociólogos, su imagen de ingenuidad, de blancura y belleza sirve para engañar. Detrás de su aparente candidez se encuentra la perversidad, y la astucia para vencer a rivales superiores, del mismo modo que muchos delincuentes se aprovechan de una apariencia física elegante y bien presentable para embaucar a los incautos.


En cambio el Coyote, es todo lo contrario, un personaje sencillo, crédulo, fiel, y a veces hasta demasiado tonto e iluso. Siempre paga los platos rotos. Su apariencia zorruna ayuda a que se lo considere malo y astuto. ¿Cuántas personas que son talentosas no tienen mejores oportunidades en la vida porque su apariencia poco convencional les niega el derecho a la confianza?


El Coyote, según dicen, es como un hombre humilde del pueblo, siempre víctima de las maquinaciones de los más astutos. Es el que lleva siempre la peor parte.


Tío Coyote y Tío Conejo son personajes del imaginario popular de muchos pueblos que van desde el Caribe venezolano y colombiano hasta el centroamericano, personajes a los cuales se les podría atribuir también algunas de las virtudes y características del Quijote y Sancho Panza.


La radio y después la televisión, desplazarían la costumbre de los cuentos a la luz del fogón. Esperamos que al rever estas tradiciones se vuelva a encender en los lectores el fuego de aquella sabiduría de antaño.


Extraído de “Los Cuentos del Coyote y el Conejo”, 2005, São Paulo. Editora Nacional, Serie Librería Española Hispanoamericana - Casa del Lector. Selección y adaptación de textos: Víctor Barrionuevo.



El señor Coyote y los perros



Este es un cuento sobre el señor Coyote, el engañabobos bobo, que como dicen los demás animales, es tan inteligente como estúpido.


Un día en que el señor Coyote caminaba por un valle que hay entre dos montañas. Se lanzaron detrás de él dos grandes perros que hacía mucho esperaban la oportunidad de agarrarlo. El coyote trató de alcanzar el bosque, pero los perros se encargaron de hacerlo correr.


Pero mientras se decidía por donde iba, aparecieron otros dos perros y se lanzaron hacia él, obligándolo a volver por donde había venido.


Los cuatro perros habían urdido el plan de hacer correr el coyote de ida y de vuelta por el desierto hasta que estuviera demasiado cansado para dar un paso más. Los perros que lo perseguían se le acercaban y el coyote sabía que estaba corriendo en dirección a los otros dos que lo esperaban. Se dio cuenta entonces de que tenía que actuar sin perder tiempo.


Sobre la ladera de la montaña vio algo oscuro y redondo que le dio esperanzas: una cueva. Al ver a los dos perros que le hacían frente y oír a los dos que lo perseguían, se lanzó hacia el pie de la montaña. Tan cerca estaban que el señor Coyote podía oírlos discutir sobre cuál de ellos le daría alcance primero. Entonces, con una zambullida al aire, aterrizó dentro de la cueva, pero el agujero era demasiado chico para los perros. Afuera, los perros se quejaron y aullaron y patearon un rato hasta que se dejó de oírlos.


(Cuento anónimo de la tradición oral centroamericana).


Javier Villanueva. São Paulo, noviembre de 2005.

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